Este gran filósofo de la antigüedad no ha escrito nada, no queda de el mas que la imagen familiar de un hombre que, en medio de un grupo de oyentes atentos y asombrados, habla con sencillez acerca de los problemas más importantes de la vida. La única huella que queda de su paso por el mundo es el recuerdo de sus discípulos que los admiraron y amaron.
Sócrates nació en Atenas en el siglo V antes de Cristo; vago por las calles de la ciudad hablando con todos, humildes, pobres, ricos y poderosos, y darse así cuenta del modo de pensar de los hombres y de su vida, y sacar de sus observaciones innumerables experiencias.
Se dice que era muy feo; tenía el rostro aplastado, los ojos saltones, una calva brillante y la nariz de payaso o “clown”. Pero bajo su fealdad se escondía un alma elevada, sensible, que a menudo se transparentaba y lo desfiguraba todo.
Con su genial y poderosa personalidad, con su lógica formidable, se había atraído la amistad y la admiración de un grupo de jóvenes atenienses de la mejor sociedad, que lo seguían por todas partes y lo llamaban maestro.
En efecto, el era verdaderamente un maestro: Les enseñaba la vida sencilla y sobria, y los ilustraba sobre el conocimiento de la verdad, quería que todos los hombres fuesen felices, pero decía que esta dicha se puede obtener solamente de las buenas acciones.
Como quiera que el mal procede solamente de la ignorancia y quien hace el mal no lo hace voluntariamente, se esforzaba por insinuar en la mente de sus discípulos los conceptos del bien y del mal. “SI el hombre conoce el bien, no puede dejar de realizarlo”.
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